Cell (2006)

CELL

 Stephen King

King siempre a tenido una visión muy clara sobre el fin del mundo, y ha realizado buenos trabajos en base a esas visiones. Hay una gran cantidad de ejemplos que podría mencionaros, pero ninguno es tan contundente como “Apocalipsis”, una visionaria novela que en la que el mundo se ve destruido por una fuerte gripe: la gripe Super A (os suena el nombre, ¿verdad?), y los supervivientes tienen que ingeniárselas como pueden entre los restos de humanidad que quedan. Ese es el ejemplo más claro de cómo King ve el fin del mundo. Es una novela de 1584 páginas. Pero si queréis algo más corto, también existen relatos que abarcan el tema del fin del mundo. Por ejemplo, “Marejada Nocturna”, y “El final del desastre”.

Eso ya está claro: King sabe hacer una buena novela apocalíptica, pero nunca estuvo más cerca de la actualidad (y la realidad) como en su novela Cell. Una novela que trata también el apocalipsis, pero ésta vez no intervienen gripes, sino la tecnología. Los teléfonos móviles, más concretamente. La devastación se siembra cuando todos los poseedores de teléfonos móviles reciben una extraña llamada, que los vuelve locos, que los infecta, por así decirlo. La novela sigue los pasos de un guionista de cómic (que no usa móvil, por cierto) que, junto con otros pocos, sobrevive a la pandemia y se dirige hacia donde está su familia, con la esperanza de que estén todos bien.

Portada del libro CellPortada de la edición de bolsillo del libro Cell. La ilustración de la portada es la misma, tanto en español, como en su versión original en inglés.

Como datos generales y técnicos, diré que es la novela número treinta y tres del escritor de Maine (nos separan de su publicación tan sólo 5 años), el formato del libro es de bolsillo, tiene un coste de 8,95 euros y consta con una extensión de 448 páginas.

448 páginas nada despreciables. Especialmente las veinte primeras páginas, que son una joya. Pocas veces he visto a King empezar tan fuerte, tan rápido, y caótico. Dos o tres veces, la verdad. El lector, al ver tanta acción, a los diez minutos ya cae en el anzuelo, la está enganchado. Aunque el ritmo luego baja (cosa comprensible, dado que esa gran carga de acción explicaba el comienzo del fin del mundo, no vamos a tener 448 páginas de comienzo del fin del mundo, ¿no?), no estamos del todo desamparados pues en las páginas siguientes es donde conocemos a los protagonistas que nos acompañarán a lo largo del viaje. Clay Riddle, el escritor de cómic del que os hablaba antes, conoce a Tom McCourt, al que salva la vida golpeando en la cabeza a uno de los infectados. También conoce a una chica de 15 años llamada Alice Maxwell, que probablemente haya quedado huérfana. La cuestión es que, después de esa catástrofe producida por los móviles, nadie tiene claro si su familia y amigos siguen vivos. Tienen un futuro incierto por delante, pero deciden enfrentarse a él, y buscar a los supervivientes, y a sus familias.

Por supuesto, lo mejor de la novela son los personajes, los cuales vamos conociendo muy bien a medida que pasan las páginas, y somos testigos de que sus esperanzas van menguando a medida que avanzan, y se van dando cuenta de que es prácticamente imposible que su familias sigan con vida. Hay que hacer especial énfasis en Alice, que una vez asume esto, empieza a perder los nervios, convirtiéndose en una persona distinta de lo que Clay y Tom conocieron al principio de la novela, hasta llegar a un final indeseado (pero muy efectivo literariamente, todo hay que decirlo).

También tiene momentos sangrientos que rozan la brillantez, y no precisamente gracias a los infectados (que, la verdad, pienso que era sólo una excusa para hacer peligrar las vidas de nuestros protagonistas. Lo verdaderamente importante aquí es el medio por el que se convirtieron en infectados, y los protagonistas), sino gracias a la incertidumbre. La indecisión de si están a salvo o no, la decisión de si vale la pena seguir adelante, e incluso los fantasmas internos…Cosas como ésta causan la muerte de un personaje secundario (que, casualidades de la vida, es el único que puede explicar con certeza qué está sucediendo realmente) de una manera en la que, cuando terminas de leer la descripción de su cadáver muerto, sólo puedes dejar de leer por un momento, decirte lo cabrón que es a veces King (cabrón en el buen sentido, quiero decir), y continuar tu lectura.

La incertidumbre acompaña al lector hasta el final, salvo en un momento en el que parece que todo está bien, pero, por supuesto, no lo está. Clay se debate entre ir a buscar a su familia, o seguir adelante con el grupo hasta un lugar donde estén a salvo. Angustiosa, su situación.

Respecto a los que recibieron El Pulso (así se le llama al momento en el que comenzó en fin del mundo), nombre en clave: “infectados”; ya lo he dicho: me parecen una excusa. Lo realmente importante es que la culpa la tuvieron los teléfonos móviles, lo cual se convierte en una crítica a la sociedad actual, tan conectada al mundo 2.0, que da hasta miedo. De hecho, la inspiración para esta novela le vino a King mientras caminaba por la calle, en Nueva York, y vio que un hombre trajeado hablaba solo en voz alta y se dirigía hacia él, pero pasó de largo, y descubrió que hablaba por teléfono desde un auricular. King sabía que la gente normal usaba móviles, pero le horrorizó ver a un hombre trajeado (que se supone que son los que están más arriba en la sociedad, los peces gordos) también manejaba ese aparato. ¿Y si sucedía algo?, se preguntó, Los de arriba también estarían perdidos.

La verdadera razón por la que me parecen que los “infectados” una simple excusa es porque King no supo mantenerlos bien. King los quiso llevar muchísimo más allá de lo conocido, quería crear su propia marca de zombis (porque en el fondo son eso: zombis), y los dotó de tantas cosas extrañas que no hubo quien se lo tragara realmente. Su propia marca de zombis no funcionó tan bien como esperaba (aunque King tiene otros trabajos excelentes con los zombis de toda la vida. Por ejemplo, Parto en casa. Una delicia de relato). Además, suena también a homenaje, dado que el libro está dedicado a dos personalidades que King admira mucho: Richard Matheson y George A. Romero. Ambos son considerados los padres de los zombis. Matheson es el que escribió “Soy Leyenda” y Romero hizo la película “La noche de los muertos vivientes”.

El final del libro, ¿para qué engañaros?, es abierto. Quizás pueda parecer un error de impresión, o algo, quizás el lector piense que falta algo importante, y también piensa que King después de tanta acción, no supo cómo terminar la historia. Pero entonces el lector estaría equivocado. Como he dicho ya muchas veces, algo que se nota bastante en el libro es el futuro incierto, y la indecisión que tienen los personajes. Están aislados tecnológicamente, no saben nada de su familia, no saben si morirán, vivirán, si encontrarán refugio, si no lo harán…entonces…¿qué hay mejor que un final incierto y que te deje descolocado para un libro que mantiene esa incertidumbre a lo largo de sus casi 500 páginas? Entonces, es un método efectivo. Al menos así lo veo yo.

En resumen, este libro es un placer leerlo. Gusta a todo el mundo: a los amantes de los zombis, a los amantes de la tecnología, a los amantes del apocalipsis…a todo el mundo. Cell es un híbrido que explora el fin del mundo actual: el fin de los iphones, de los blackberries, de las notebooks, del firefox, del twitter, y de todo a lo que nos hemos acostumbrado desde hace mucho tiempo (y que ya es imposible vivir sin ello, por cierto). En Cell recuperamos a un King que volvió a ponerse en buena forma después de un libros que eran simplemente buenos, pero sus lectores extrañábamos los libros realmente geniales. Y eso sin mencionar nada de la ilustración de la portada, por cierto, que es exquisita (desde que se cambió de Viking Press a Scribner las tapas son mejores cada vez). Digamos que con Cell volvimos a ver al mejor King, y eso es siempre un placer. Tengas, o no tengas teléfono móvil.

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