Los años cincuenta no dieron sólo obras esenciales en el rock y en Estados Unidos. El mismo 1959 de Chuck Berry vio nacer un puñado de joyas en diferentes países y culturas. A mí me gustaría rescatar sólo dos de esas joyas internacionales, dada su discernible influencia en el desarrollo de la música popular de sus respectivas culturas, y (de una forma u otra) también determinante en la historia del rock.
La chanson francesa es uno de los géneros musicales más longevos de la historia. A través del tiempo ha mutado considerablemente, llegando en el siglo XX a utilizarse este término para referirse a cantautores de estilo trovador, tales como la archiconocida Edith Piaf, Charles Trenet, George Brassens o un genio absoluto de la música, Serge Gaingsbourg. Pero el maestro que hoy nos ocupa es Jacques Brel.
Ni Jacques Brel ni otras personalidades importantes de la chanson (que no sea Edith Piaf) han tenido relevancia entre el público o los músicos españoles. Los únicos que confirman entre sus inspiraciones a George Brassens son Joan Manel Serrat y Joaquin Sabina.
Sin embargo (y para fortuna del rock), no fue así en Reino Unido. El discípulo angloparlante más famoso, en el rock, de Brel no es otro que David Bowie. Además de adaptar sus canciones “Amsterdam” y “My Death” durante años, Bowie adoptó la explosión expresiva que desprendía Jacques Brel en el escenario. Esto es visible sobre todo en los memorables conciertos que dio Bowie como Ziggy Stardust. Otros artistas a los que Brel influyó son Scott Walker, Damon Albarn (de Gorillaz), Norman Blake (de Teenage FanClub), Jarvis Cocker, Gavin Friday (de The Virgin Prune) y Marc Almond (de Soft Cell).
El magnetismo de Brel en sus canciones y en sus actuaciones rompen barreras idiomáticas. Es expresividad y pasión por lo que canta, en estado puro. Pero, aparte de su gigantesco estilo escénico tan imitado, su faceta de compositor también resulta primordial para el desarrollo del buen rock (ese que no solo es música, sino letras, sensaciones…ese rock que es un arte digno de admirar). Jacques sorprende a los compositores del rock por los temas que trata en sus canciones: su obsesión por la muerte, el sexo, la política, el antibelicismo, los borrachos, las prostitutas, la vejez…Con esos temas casi podemos adivinar a quiénes influyó, ¿verdad? Algunos de los más importantes son Leonard Cohen, Tom Waits o Rufus Wainwright. Y podríamos imaginar también, quizás en menor medida, al primer Bob Dylan y a The Velvet Underground.
Su obra maestra es el álbum que nos ocupa hoy, “La Valse Á Mille Temps”, también conocida como “Nº4” en algunos países. Es con este álbum que Jacques Brel se impone verdaderamente ante el gran público con canciones que darían la vuelta al mundo más tarde. Se trata de un álbum en el que el cantante sufre una metamorfosis: está entre el Brel más temprano de antes de 1959 (cuyas canciones son más bien normales) y el Brel de los años 60, en el que se vuelve más divertido, sarcástico y teatral. Consigue aquí mutar de “buen cantante de chanson” a “maestro absoluto”.
Y es que con canciones como “La valse á mille temps” (absolutamente tremenda y frenética pieza, brillante), “Ne me quitte pas” o “Les flamandes” entre sus filas, este álbum se convirtió en uno de los mejores de 1959 y de la década. Un LP elemental para el amante de la lengua francesa y que además aporta su granito de arena a la música rock.
Más abajo tienes el link de descarga!
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Deberías escucharlo. No solo de rock vive el hombre, ¿verdad?